Cuando el E-Metro está operando y una persona sujeta los electrodos, un flujo muy pequeño de corriente eléctrica (aproximadamente 1.5 voltios; menos que las pilas de una linterna) pasa por los cables del E-Metro, atraviesa el cuerpo de la persona y vuelve al E-Metro. El flujo eléctrico es tan pequeño que no hay sensación física alguna al sujetar los electrodos.
Los cuadros que hay en la mente contienen energía y masa. La energía y la fuerza que hay en los cuadros de experiencias dolorosas o perturbadoras pueden tener un efecto nocivo en el individuo. Esta energía o fuerza dañina se denomina carga.
Cuando la persona que sujeta los electrodos tiene un pensamiento, mira un cuadro, reexperimenta un incidente o desplaza alguna parte de la mente reactiva, ese individuo está moviendo y cambiando masa mental real y energía reales. Estos cambios en la mente influyen en el diminuto flujo de corriente eléctrica generada por el E-Metro, haciendo que la aguja del cuadrante se mueva. Las reacciones de la aguja en el E-Metro le indican al auditor dónde se encuentra la carga y que debería dirigirse hacia ello a través de la auditación.
Diferentes movimientos tienen significados concretos, y la destreza de un auditor incluye una comprensión total de todas las reacciones del E-Metro. Usando el E-Metro, el auditor se asegura de que el proceso cubra el área adecuada a fin de descargar la energía nociva conectada con esa porción de la mente reactiva del preclear. Cuando la carga se reduce, la persona aumenta su habilidad para pensar claramente en el área que se está abordando, y su potencial de supervivencia aumenta proporcionalmente. Como resultado, el preclear descubre cosas sobre sí mismo y su vida: nuevas comprensiones acerca de la existencia, los hitos que marcan sus ganancias.
El darse cuenta de estas cosas, resulta en un grado superior de conciencia espiritual y consecuentemente una mayor habilidad para tener éxito.